SEXTO DOLOR
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE.
Todos: Señor, date prisa en socorrerme
Todos: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Oración introductoria para todos los días:
Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo estuviera a su lado junto a la Cruz, participando en sus sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada con María a la pasión de Cristo, merezca también participar en su gloriosa resurrección.
Virgen Santísima de los Dolores, míranos cargando nuestra cruz de cada día. Compadécete de nuestros dolores, como nosotros nos compadecemos de los tuyos, y acompáñanos como acompañaste a tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor, en el camino doloroso del Calvario. Eres nuestra Madre y te necesitamos. Ayúdanos a sufrir con amor y esperanza, con paciencia y aceptación, para que nuestro dolor, asociado al tuyo y al de tu Hijo, tenga valor redentor y en las manos de Dios, nuestro Padre, se transforme en gracia para la salvación del mundo.
HIMNO:
El sexto con tiernos lazos,
al hijo de mis entrañas,
difunto y hecho pedazos
lo pusieron en mis brazos.
Los santos varones vieron
mi tristeza y amargura,
a Pilatos le pidieron licencia
y la concedieron
para darle sepultura.
Al punto desenclavaron
aquel cuerpo sacrosanto
en mis brazos lo pusieron
en un lienzo limpio y blanco.
Y al punto lo amortajaron
con ungüentos olorosos,
que prevenidos traían
aquellos santos varones,
que a mí me asistan
enlaces tan prodigiosos.
Yo que lo estaba mirando,
de los pies a la cabeza,
mi dolor siempre avivando
en una amarga tristeza.
Y decía suspirando:
Hijo mío, muy amado
¿quién te ha puesto estas espinas?
¿quién te ha abierto este costado?
¿y estas manos divinas y estos pies taladrados?
Si contemplas el dolor
dejando el vicio,
el día del juicio,
de lo que Dios te haga cargo,
yo daré por ti el descargo.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo.
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;
y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Del evangelio de san Marcos (Mc 15, 42-46).
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José.
Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro.
Reflexión:
Jesús, Hijo mío y Señor mío, aquí te tengo en mi regazo, llena de desconsuelo y de dolor, pero acabo de entender tu muerte y la acepto y me consuela recordar que “Era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria”. Así lo habían anunciado los profetas. Pero, ya sabes que a veces nos resistimos. Los humanos nos resistimos a perder lo que tenemos en esta vida, sin darnos cuenta que muchas veces ganamos más y mejor aquello que perdemos.
Una Madre -así siente mi corazón- quisiera no pasar por el trance de ver morir a sus hijos. Teniendo un Hijo como tú, me parece perder mucho, pero he aprendido que voy a tener muchos más hijos. ¡Cuántas madres como yo van a ser elegidas para entregar su hijo a Dios totalmente de ahora en adelante! Ellas aprenderán que tú te has ido y quiero que aprendan que lo hemos de aceptar. Criamos hijos para Dios porque de Dios son y no debemos obstaculizar la misión que Dios les conceda en este mundo.
Yo podré susurrarle al oído y entrar en su corazón para decirles: “Alegraos, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación”
Oración:
Dios todopoderoso y eterno, en tu mano están los corazones de los hombres y los derechos de los pueblos, por la intercesión de la Madre dolorosa, mira con bondad a los que nos gobiernan las naciones, para que, en todas partes se mantengan, por tu misericordia, la prosperidad de los pueblos, la paz estable y la libertad religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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