PRIMER DOLOR:
LA PROFECÍA DE SIMEÓN.
Presidente: Dios mío, ven en mí auxilio
Todos: Señor, date prisa en socorrerme
Todos: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Oración introductoria para todos los días:
Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo estuviera a su lado junto a la Cruz, participando en sus sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada con María a la pasión de Cristo, merezca también participar en su gloriosa resurrección.
Virgen Santísima de los Dolores, míranos cargando nuestra cruz de cada día. Compadécete de nuestros dolores, como nosotros nos compadecemos de los tuyos, y acompáñanos como acompañaste a tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor, en el camino doloroso del Calvario. Eres nuestra Madre y te necesitamos. Ayúdanos a sufrir con amor y esperanza, con paciencia y aceptación, para que nuestro dolor, asociado al tuyo y al de tu Hijo, tenga valor redentor y en las manos de Dios, nuestro Padre, se transforme en gracia para la salvación del mundo.
Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo estuviera a su lado junto a la Cruz, participando en sus sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada con María a la pasión de Cristo, merezca también participar en su gloriosa resurrección.
Virgen Santísima de los Dolores, míranos cargando nuestra cruz de cada día. Compadécete de nuestros dolores, como nosotros nos compadecemos de los tuyos, y acompáñanos como acompañaste a tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor, en el camino doloroso del Calvario. Eres nuestra Madre y te necesitamos. Ayúdanos a sufrir con amor y esperanza, con paciencia y aceptación, para que nuestro dolor, asociado al tuyo y al de tu Hijo, tenga valor redentor y en las manos de Dios, nuestro Padre, se transforme en gracia para la salvación del mundo.
HIMNO:
Contempla este primer día:
los filos de esta espada
que traspasó el alma mía
cuando escuché que declaraban
tan amarga profecía.
Presenté mi hijo al templo
como la ley lo mandaba
Simeón con regocijo
en sus brazos lo tomaba.
Y estas palabras me dijo:
Señora, este Hijo, amado, querido
que tanta estima,
lo verá, preso, azotado,
coronado de espinas
y muriendo crucificado.
Si me ayudas a pasar el dolor que sentí,
en tan amarga pasión
has de conseguir por mi
el perdón del Salvador.
Día tras día te bendeciré, Señor, y explicaré tus proezas.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;
explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Día tras día te bendeciré, Señor, y explicaré tus proezas.
Los ojos de todos te están aguardando, Señor, tú estás cerca de los que te invocan.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Los ojos de todos te están aguardando, Señor, tú estás cerca de los que te invocan.
Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Del evangelio de san Lucas(Lc 2, 22. 25. 34-35).
Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor.
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él.
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción -y a ti misma una espada te traspasará el alma-, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Reflexión:
Señor y Dios de nuestros padres, acepto todo lo que decidas en tu divino plan salvador, mi corazón está para servirte. Lo que me propusiste aquel gozoso día en que tu arcángel Gabriel me saludó de tu parte, sin mérito alguno mío, lo he aceptado, Señor, y lo mantengo, de modo que de nuevo quiero repetir aquellas palabras que te dije entonces: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». No quiero ser otra cosa contigo, mi Dios y mi Señor, tienes en tus manos todo mi ser y mi poseer.
Si lo que vienen son alegrías, ya me las diste todas con mi Jesús; si lo que vienen son dolores y sufrimientos, sírvanme para cooperar en tu obra salvadora. Nada más deseo ser, sino servirte y complacer tu santa voluntad. Toma todo lo mío, todo mi ser, nada deseo nada quiero más que hacer siempre tu voluntad, conformo la mía a la tuya. Yo no puedo en mi pequeñez, pero tú todo lo puedes en mí. Siento que no va a ser fácil una vida a tu servicio, mas no vine a este mundo a encontrar las cosas fáciles, sino a hacer en todo, tu voluntad.
Oración:
Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo manifiestas tu gloria a todas las naciones, por los dolores de tu santísima Madre, vela solícito por la obra de tu amor, para que tu Iglesia, extendida por todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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