Presidente: Dios mío, ven en mí auxilio
Todos: Señor, date prisa en socorrerme
Todos: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Oración introductoria para todos los días:
Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo estuviera a su lado junto a la Cruz, participando en sus sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada con María a la pasión de Cristo, merezca también participar en su gloriosa resurrección.
Virgen Santísima de los Dolores, míranos cargando nuestra cruz de cada día. Compadécete de nuestros dolores, como nosotros nos compadecemos de los tuyos, y acompáñanos como acompañaste a tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor, en el camino doloroso del Calvario. Eres nuestra Madre y te necesitamos. Ayúdanos a sufrir con amor y esperanza, con paciencia y aceptación, para que nuestro dolor, asociado al tuyo y al de tu Hijo, tenga valor redentor y en las manos de Dios, nuestro Padre, se transforme en gracia para la salvación del mundo.
HIMNO:
El cuarto dolor fue cuando
por la calle de la Amargura
vi a mi Hijo caminar
cada paso tropezaba
siendo la sentencia dada.
Vino Juan a mi retiro
y me dio esta embajada
yo, pegué un tierno suspiro
y quedé como desmayada.
Con valor que me dio el cielo
y una angustia tan crecida
caminaba con anhelo
para ver el bien de mi vida
afligida y sin consuelo.
Llegué a la calle cruel
donde me paré a escuchar
las voces y aquel tropel
y sin cesar un momento
todos murmuraban de Él.
El pregón y la trompeta decían:
muera el malvado, malvado ladrón
y pague crucificado
su infame predicación.
Rompí por entre la gente
y con mi Hijo abrazada
de dolor tan vehemente
con la garganta anudada
yo, le hablaba interiormente.
Si este dolor tan fuerte,
te detienes en pensar,
en las ansias de tu muerte,
yo te prometo ayudar.
Por tu angustia y tu dolor,
no nos abandones, Madre mía
ni en la vida, ni en la muerte,
ni en el tribunal de Dios
El Señor se complace en los justos.
Al Señor me acojo, ¿por qué me decís:
«Escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda
para disparar en la sombra contra los buenos?
Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?»
Pero el Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia, él lo detesta.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.
Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
El Señor se complace en los justos.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Del evangelio de san Juan(Jn 19, 16b-21).
Tomaron a Jesús, y, cargando Él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con Él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús.
Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Soy el rey de los judíos”».
Reflexión:
Tantas veces en nuestra vida ha ocurrido esto mi Jesús. Te he mirado, me has mirado y si tenías un dolor me has sonreído, como ahora que con todo tu dolor me estás sonriendo. Hijo mío, ahora que estoy delante de ti entiendo todo esto por lo que pasas, pero no impidas que participe de tu dolor. Me has hecho tu Madre en Nazaret, en Belén, en Egipto, y también quiero serlo ahora en Jerusalén. Dime qué puedo hacer para aliviar tu dolor, paliar tus sufrimientos, aminorar tus dolencias.
Siempre fuiste fiel, obediente y servicial conmigo. Cuando se nos fue José, a quien tanto queríamos, te abrazaste a mí y cargaste con todo el dolor de la separación y ya no me abandonaste. No quieras ahora apartarme de ti y llevar tu solo esta carga. Cuenta conmigo, aunque con esto llegue mi muerte y sea lo último que haga por ti.
Oración:
Dios todopoderoso y eterno, salvación eterna de cuantos que creen en ti, escucha las oraciones que te dirigimos por tus siervos enfermos, para quienes imploramos el auxilio de tu misericordia, recuperen su salud, y, con la ayuda maternal de santa María, puedan ofrecer la acción de gracias en tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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